Y estas son las naciones que el SEÑOR dejó para probar con ellas a Israel, es decir, a los que no habían experimentado ninguna de las guerras de Canaán. Jueces 3.1
Es un engaño pensar que el cristiano ya no peca. Expresiones como "llevó medio año sin pecar", dejan ver el impacto sublimado de pensamientos o doctrinas legalistas y religiosas que no llevan exactamente a la santidad de Dios.
Los capítulos dos y tres de Apocalipsis dan muestra como la iglesia del principio requería de un arrepentimiento continuo. "Por tanto arrepiéntete" es una frase que muestra como los creyentes requerían de la palabra de exhortación tanto o más que los incrédulos. "Y conocerás la verdad, y la verdad los hará libres" está en futuro, como una promesa para el que ame esa verdad y la comprenda. El que dice que no tiene pecado es mentiroso y hace mentiroso a Dios (1 Jn 1.10), está en una carta escrita a creyentes como una exhortación a la franqueza.
El versículo que leímos es un tanto desconcertante, por no decir misterioso. Pues qué padre o qué dios no querría librar a sus seguidores de todos sus enemigos y sus pruebas. Por supuesto que nuestro Dios nos quiere librar de este mundo, pero este versículo muestra que no aún. La doctrina de la tierra prometida como figura de una vida de éxito a nivel terrenal viene a pique con este texto y su correcta interpretación. La generación salida de Egipto no peleó en Egipto, pero conoció la guerra en el desierto, así también sucedió con los que salieron del desierto, quienes también volvieron a guerrear al entrar en Canaán. Hasta entonces todos habían experimentado el manejo de las armas, la defensa personal, el ataque y la estrategia, el arte de la guerra, y según el texto que leemos Dios quería que esto siguiera así con las nueva generaciones que vendrían. Pero cómo se aplica esto a nosotros?
Podríamos gozar de la supuesta victoria terrenal y decir que Dios nos ha provisto ya de salud, familia y dinero, que somos unos verdaderos cristianos por eso, es más, incluso la fama nos sigue. Pero de pronto llega el adulterio y la división familiar, o un sobre endeudamiento que nos arrastra a la pobreza, o la enfermedad, con todo y que seguimos gozando de lo demás, aparece en nuestro cuerpo algo cuyo segundo nombre es "crónico" y su apodo "incurable". Lo que nos hace considerar nuestra otrora bandera doctrinal. La pregunta llega como visitante inesperado, incómodo, estoy o no en la tierra prometida?
Nuestra victoria sobre el mundo es la fe, y la fe para manifestarse como tal, necesita de estimulación. La decisión de Dios de no quitar a todos los habitantes de Canaán, es una ilustración de lo que sería la vida cristiana, una vida de perseverancia, de insistencia, de constancia, de intensidad. Y son las tentaciones, las intimidaciones, y las humillaciones, los enemigos que nunca se irán y los que ponen en efervescencia a la fe. La fe de un anciano estéril, la fe de un ciego que quiere ver, la fe de un recaudador de impuestos que quiere ser perdonado, la fe de un leproso que quiere ser limpio, la fe de un limosnero que está harto de una cojera de nacimiento. El uso de la fe y de la palabra como escudo y espada es lo que nos convierte en verdaderos creyentes. Dios no quiere que su pueblo se quede en casa en tiempos en que los reyes van a la batalla, nuestro Dios desea una iglesia guerrera. Que sepa, con franqueza y sin hipocresía que aún hay mucha tierra que conquistar, que el arca de Jehová y su pueblo están bajo tiendas y que aún no es tiempo de descansar.
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