Respondió Jesús y les dijo: Aunque yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque yo sé de dónde he venido y adónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo ni adónde voy. Juan 8.14
El mejor testimonio que podemos tener es la bendición de nuestro Padre Dios. Sin embargo, te has preguntado cuándo fue la primera vez que Jesucristo escuchó la voz de Dios. De dónde tenía él esa seguridad, cómo era que aún de doce años ya enfilaba con un propósito firme? Entrar en el templo le inició como adulto, llevarlo a la presencia de Dios le dio la seguridad que muchos adultos a los cincuenta años no tienen.
La adolescencia no existe como tal, es una convención social moderna originada por la revolución industrial a partir de la cual, padres y madres dejaron a sus hijos, restándoles importancia a cambio de otras gratificaciones. El costo ha sido alto, linajes estériles y sin fruto, hijos inseguros, rebeldía, violencia, amargura, delincuencia. Este tema es para aquellos que no quieren que su descendencia sufra lo mismo, aquellos que están determinados a ayudar a sus hijos y a los hijos de sus hijos.
El éxito de nuestro señor Jesús radica en la obediencia de sus padres a la palabra de Dios. No eran muy doctos, pero eran obedientes, no eran muy entendidos pero se sometían a la instrucción, Dios no era tanto su maestro como su Señor. No eran fariseos ni saduceos, eran gente humilde y trabajadora como la más común y sin embargo tuvieron tal privilegio y logro.
El niño Jesús no hizo ningún milagro, eso es un engaño. Nunca hizo un pájaro con barro, ni resucitó algún niño como asegura algún evangelio apócrifo. Aun más, nunca oyó la voz de Dios antes de los treinta años. Esto es el verdadero milagro, que el niño Jesús creyó a la enseñanza de unos padres sencillos y humildes, y que su seguridad provenía de la palabra de Dios que le enseñaban José y María. Ellos repetían incansablemente que él, el hijo del carpintero era muy especial, con un origen y un destino muy grande.
La Biblia afirma que la primera señal que Jesús hizo fue en la boda de Canaa (Jn 2.2), su primer milagro fue convertir el agua en vino. Nunca antes había hecho algún milagro, esto es aún más maravilloso, que su seguridad se basara no en lo que él hubiera visto que fuera capaz sino en lo que le decían sus padres que él era. Pues nunca antes de su bautismo escuchó la voz de Dios, sino que fue la bendición de sus padres la palabra que creyó. La fe de este niño no crecía por vista sino por lo que escuchaba de sus propios padres.
La bendición se basa en dos puntos, hablar bien de la identidad de los hijos y, hablar bien de su propósito en sus vidas. Su papá y mamá diariamente recordaban a Jesús que él era especial, que no era de este mundo y que su destino era para el bien de muchos. Estas palabras eran un poderoso combustible para la fe de un niño. Antes de realizar un pródigo, él tenía la seguridad de poder hacerlo, tenía la convicción de mover montañas. Antes de escuchar la voz de su Padre Dios, sabía con toda certeza que Jehová le amaba y que le respaldaría en todo. Esto venía del cuidado que con toda diligencia habían puesto sus padres, quienes fueron los primeros en creer que su hijo lograría cosas grandes. Las palabras que salen de nuestra boca son importantes para ayudar a nuestros hijos.
María la esposa de José, sufrió calumnias, lo mismo que Jesús (Jn 8.41). José no tenía a Jesús en sus planes, tampoco María, fue Dios quien metió en su plan a esta pareja, por eso no es necesario culparnos tanto por causa de nuestra falta de planificación o la abundancia de errores. Dios está invitando a todas las familias a integrarse a sus propósitos para darles por la fe el mismo amor que con poder levantó al niño más especial que haya visto alguna familia en la tierra. Deja el maltrato, renuncia maldecir, humillar y culpar a tus hijos, en oración pide perdón a Dios (su sacrificio en la cruz fue para perdonarnos) y busca la instrucción de su palabra, la Biblia, congrégate y llénate del amor del Señor (pues nadie puede dar lo que no tiene) y entonces podrás derramar bendiciones hasta sobreabundar en tus hijos, oramos por ti que así sea.
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